Porque mamá no quiere cocinar, no
quiere ya planchar, no quiere trabajar.
Domingo, 7 y media de la mañana.
Mercado de mí casa.
Gritos, bullicio, desesperación,
adolescentes con bolsas repletas, hombres preguntando la diferencia entre ají
molido y ají panca, señores brindando en las esquinas, la tienda de flores a
punto primavera y yo caminando en medio del caos con mi bolsa biodegradable
prácticamente vacía y una diminuta cajita de cristal. Con mi orgullo a cuestas,
mi monedero en el bolsillo, cruzando el stand de la sartén de roca volcánica y
con miedo a no sobrevivir a la avalancha de polen que se levanta frente a mi me
dispongo a salir del lugar ‘Yo también me olvide de comprarle algo a mamá y por
eso no me quedo más remedio que cocinar’ o como comúnmente le decimos el
mercado.
Llego sin hacer mucho ruido a casa,
giro la llave y para mi mala suerte al abrirla golpeo el buro detrás de la
puerta, ocasionando que el gato emita un grito con el cual no me sorprendería
haya sido capaz de despertar a alguien en Japón, maldigo lentamente en lo que
trato de entrar sin ocasionar ningún percance más. Oigo pasos en la habitación
de al lado y el mayor de mis temores es comprobado, he despertado al
Tiranosaurio Rex de nuestra generación, mi madre, la amo pero cuando se enoja
preferiría vivir en el extranjero, hacer una sesión de ‘Skype’ con ella y
sentir que jamás se enojaría porque al no tenerme cerca pasaría por alto todas
mis torpezas, lastima he fallado en mi escape de huida y lo que es peor al
quedarme pensando y aparentar desinterés he despertado la furia, indignación y
rabia de mi ‘viejita’.
‘Ni un día puedes dejar de joder’,
si mamá yo también te amo, ‘Por lo menos un día quería dormir algo más pero veo
que ya no lo haré’, mentira estoy segura que hace rato estaba despierta y solo
utiliza mi pequeño desliz como excusa para aparentar su tan atrofiado reloj de
sueño. Lo siento, atino a decir mientras dejo la bolsa de compras en la cocina,
con mi regalo en mano salgo y le doy un beso en cada mejilla sonriendo grandemente
y extendiéndosela para que la inspeccione cual detective a huellas en el lugar
del crimen. La toma entre sus manos y dice: ‘¿Qué es?’ pregunta ansiosa, en
menos de lo que pude pestañar ahí estaban los restos de quien en vida fue el
papel celofán de corazones de la tienda
de la esquina, se nos fue un grande y espero no haya sido en vano. Qué lindo mi
amor ¿Cómo sabias que quería estos aretes?, si pasas 3 semanas diciendo que te
sientes masculina porque ninguno de tus aretes tiene par y por ende no puedes
usarlos es una respuesta obvia; Y es mi color favorito ¿Cómo supiste?, he ahí
el dilema con tu color favorito no sé si sufro de daltonismo o es sencillamente
que tu ‘color favorito’ se pone bipolar y varía según su estado de ánimo pero
imagine que al repetir unas 24560 veces al día que quieres cambiar el color de
la pintura de la sala por qué dices que el VERDE es un color que va más acorde
con nuestro tono de piel, creo que el atine cierto?.
Realizada y sintiendo que había
evitado que el Titanic choque con un iceberg, sonreí mientras me dirigía a mi
cuarto cuando de pronto sonó la pregunta que no pensé mi madre haría tan
temprano y que muy en el fondo esperaba no hiciera por lo caro que sabia me
había costado su obsequio.
¿A dónde me llevaras hoy? Chocamos,
mi billetera y mis tarjetas primero; con un complejo de exorcismo volteo de
medio lado y con la sonrisa de preocupación le digo ¿A dónde quieres ir mami?,
a lo que con esmerada consideración mi madre responde alejándose con una gran
sonrisa, sorpréndeme.
Ese día entendí que jamás podría
llegar a ser millonaria a menos que mi mamá compre la mitad del planeta como
casa de playa y la otra como
departamento por lo cual me resigno a ahorrar un poco más para el próximo año y
quizás para entonces no me gane un jalón de orejas por no haber sido cuidadosa
y guardar dinero para el taxi.
Por Benny Paredes
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