Cof Cof, no más por favor
Al caminar por la selva de cemento que cubre esta
ciudad crece una duda en mi interior, deberé caminar con un respirador
artificial o unirme a la contaminación inminente y como dicen si no puedes con
ellos, úneteles.
Que es peor para ti querido pulmón, ¿ser víctima de
una violación o ser cómplice placentero de una muerte lenta?, pues bien si a mí
me preguntas preferiría mil veces caminar por las calles con un complejo de
‘ambientalista compulsiva’ a seguir permitiendo que dispongan de mis gloriosos
años de juventud de esta manera. No quiero más humo, no quiero más smoke, no
quiero toser de cuadra a cuadra en la molina para llegar al trabajo, ni tener
que resignarme a vivir conectada a una maquina por el resto de mi vida pues no
tendrás la fuerza para hacerlo por ti solo, respirar.
No soy anticuada, ni moralista, ni peco de ingenua,
pero considero que la consideración es una virtud poco empleada en estos días,
nada le cuesta a mi compañero de banca apagar su cigarrillo los aproximados 5
minutos de espera en lo que llega nuestro bus, por el contrario parece
fascinarle mi expresión de molestia y tiene el descaro de terminar su primer
cigarrillo y empalmar en el instante con uno nuevo, la gente alrededor parece
hacer caso omiso a su suicidio y continua sus vidas de la mejor manera posible.
¿Soy la única que ve la lapida detrás de él?, al parecer sí.
Lo veo apagar con rapidez su detonante, toser un poco
y subir a un bus de colores blanco y rojo, esto debe ser una broma del destino,
en mi mente he jugado el papel de un narrador y decidí contar: ‘Emprendiendo su
destino final el suicida esta’. Sonrío.
Caminare un poco más, nunca se sabe con quién nos
podamos encontrar más adelante, recordare hacer una nota mental la próxima vez
que salga de casa y poner con suma urgencia y rotulado de importante, comprar
mascarilla de boca y nariz. El bus llega, tomo asiento junto a la ventana, veo
a través de ella y me sorprendo de ver cuánto humo negro sale de un auto que
esta pocos metros delante del mío y no pude evitar sentir que así se ve mi
adorado pulmón cada vez que un vecino de ruta decide emprender un camino al
suicidio, me aterrorizo, me estoy volviendo paranoica e insegura, recuesto mi
cabeza en el vidrio de la ventana y me dispongo a soñar, tal vez ahí el humo no
me pueda alcanzar.
Por Benny Paredes